7 de marzo de 2008

Nobody home

Parece que estoy solo, todos duermen ya. Es seguro que sueñan, dulcemente respiran y dejan una maravillosa sensación de paz. Me gusta este momento donde parece que el dia no quiere irse a dormir y las horas se estiran como si fueran a romperse.
Poco a poco la mente se relaja, los avatares del día dejan paso a la tranquilidad de las horas nocturnas y los sentidos descansan lejos de la tensa rutina en la que los tenemos inmersos.
Aparecen como por arte de magia infinitos sonidos que se habían escondido tras el fulgor del alba y esperan pacientes a que dormiten los habitantes de esta loca ciudad para volver a la vida. Ventanas que dilatan, maderas que quiebran, objetos inertes que cobran vida tocados por la gracia del Dios Ruido.
El llanto de un bebé es absorbido de inmediato por el intenso silencio en que se ha encerrado la noche; el sonido de la puerta metálica del ascensor desciende junto al ingenio metálico hasta desaparecer por completo en su particular infierno; el líquido goteo de un estropeado inodoro acompaña por momentos los rítmicos latidos del corazón de un destartalado reloj hasta que el lento suspirar de mi hijo me devuelve a la dulce rutina.
Más tarde, el sueño me envuelve lento en una danza embriagadora, suave, tranquila, seductora...parece que estoy solo, todos duermen ya.
Y al final, silencios, solo silencios, como si nadie estuviera en casa.

No hay comentarios: