26 de abril de 2008

¡Déjame una nota cuando te vayas!


Todo empezó cuando el Sol alcanzaba su cenit. George llegó a perder el sentido y, débilmente y trastabillando, se apoyó junto a un armazón publicitario que emergía en medio de la acera. Ya hacía tiempo que su salud estaba en precario. Detestaba a los médicos y no consideraba visitarlos salvo en caso de vida o muerte. Aunque había podido obviarlos hasta ahora, todo parecía indicar que no tardaría mucho en pisar una de aquellas horrendas consultas. Tomaba aire lentamente e intentó muy despacio emprender la marcha hacia casa pero las piernas no respondían a sus deseos. Paso a paso se dirigió a un banco cercano y se dejó caer ante la mirada indiferente de los transeúntes. Una ligera brisa devolvió sus constantes vitales a la normalidad. Todos y cada uno de sus sentidos iban recobrando su dulce rutina mientras George intentaba restaurar en su cuerpo un mínimo de dignidad ante tanto patetismo. Sin duda debía acudir al médico. Sabía que esta vida tan intensamente vivida pasaría tarde o temprano costosa factura. En cualquier caso, no se arrepentía un ápice de todo lo vivido, a largos tragos, a pequeños sorbos. En cualquier caso no dejaba de extraerle el jugo a cada uno de los minutos que tenía el placer de vivir. Era su forma de ver las cosas lo que hacía que nuestro protagonista destacara sobre el resto de sus congéneres.

15 de abril de 2008

¿Cómo un libro te puede seducir?


"Estaba buscando un sitio tranquilo para morir. Alguien me recomendó Brooklyn, de manera que al día siguiente salí de Westchester y fuí para allá a reconocer el terreno. No había vuelto en cincuenta y seis años, y no me acordaba de nada. Mis padres se habían ido de la ciudad cuando yo tenía tres años, pero el instinto me llevó al barrio donde habíamos vivido, arrastrándome como un perro herido al lugar donde nací. Un empleado de una agencia inmobiliaria de la zona me enseñó media docena de pisos en edificios de piedra rojiza, y a última hora de la tarde había alquilado un apartamento de dos habitaciones con jardín en la calle Uno, solo a media manzana de Prospect Park. No tenía ni idea de quiénes eran mis vecinos, y no me importaba. Todos trabajaban de nueve a cinco, ninguno tenía hijos, así que en el edificio siempre habría un relativo silencio. Más que nada, eso era lo que buscaba. Un fin silencioso para mi triste y ridícula vida."

(Obertura) Brooklyn Follies - Paul Auster www.paulauster.co.uk


Es sin duda el mejor ejemplo que conozco de como un libro, ya desde sus primeros trazos, puede llamarte la atención y mantenerte enganchado hasta el mismísimo final y entonces, solo entonces, te das cuenta que has acabado de leer una magnífica obra.