10 de julio de 2011

La Jungla de Cesped (The Grass Jungle) (Part I)


Madrid, 27 de Abril. 23:30h

"No, para nada. Estamos hablando de un equipo fantástico, que nadie cambie mis palabras, pero no entiendo por qué en un partido como el de hoy hace lo que ha hecho. Tendremos que ir a Barcelona con todo nuestro orgullo, sin Pepe que no ha hecho nada, sin Ramos que no ha hecho nada y sin mí, que tampoco podré sentarme en el banquillo. Sobre el entrenador rival no quiero opinar, ya se que ha ganado una Champions pero a mí me daría vergüenza ganarla de la forma como lo hizo.
No sé si es la publicidad de Unicef, no sé si es porque son muy simpáticos. ¿Por qué? Esa es la pregunta. ¿Por qué? Espero no vivir toda mi vida con esta cuestión y que un día pueda encontrar la respuesta".

Y con estas palabras acabó su rueda de prensa el técnico portugués, muy molesto por la actuación del colegiado alemán Wolfgang Stark, que le mandó a la caseta tras dejar de nuevo a su equipo con diez, dando además la eliminatoria por perdida”.

Y ahora pasemos a las noticias meteorológicas. Una espectacular tormenta ha cerrado esta misma tarde...." ¡clic!

Dentro de aquella angosta habitación, el más alto de los tres hombres allí reunidos apaga el televisor y se dirige a los otros dos:

- ¡Bien! ¡Perfecto! las cosas están saliendo a pedir de boca. El plan del jefe se está cumpliendo a rajatabla. Ahora tenemos algo más de tiempo y trabajaremos con un poco de calma, sin tanta presión como estos últimos días. ¿No os parece?- dice con un suspiro de alivio.

- Bueno, quizá tengas razón, "Palancas"- apunta el que está en un rincón de la estancia, sentado con la silla del revés, apoyando sus fuertes brazos en el respaldo y moviendo sin parar los restos de un palillo entre sus dientes ennegrecidos - pero seguimos teniendo muy poco tiempo para hacerlo y no podemos cagarla. Si metemos la pata ahora, todo se irá al traste y entonces sí que tendremos problemas de verdad. El jefe nos dará matarile- habla con voz trémula.

Pedro Romero, alias "Píter" por su personal manera de cantar canciones en un inglés que solo él es capaz de entender, era carne de gimnasio, ex boxeador, ex portero de clubes nocturnos, ex matón de alquiler, ex de casi todos los oficios conocidos y cobrando una prestación por invalidez que nadie de su entorno ha sido capaz jamás de saber como la consiguió.

- Tranquilízate, "Píter", no tienes por qué preocuparte. Todo está pensado al detalle. Tú limítate a obedecer y nosotros haremos el resto, ¿De acuerdo?- manda con autoridad Juan Pozuelo, el que llaman "el Palancas" debido a su pasado como especialista en abrir robustas cajas fuertes con pasmosa facilidad, como si estuviera abriendo la mismísima puerta del Portal de Belén, como cuentan sus colegas de fechorías.

Mientras, callado y atento a la conversación que están teniendo sus dos compañeros, Antonio Peces, conocido en el mundillo del hampa como "Tiburón", en parte por su capacidad de ganar dinero fácil, en parte por culpa del apellido de un padre al que nunca conoció, le da vueltas en la cabeza a una idea nada descabellada por absurda que parezca.

- ¿Qué os parece si nos lo cargamos y asunto concluido?- suelta por esa boca como el que silba una canción de cuna.

- ¡¡¡ ¿Queeeé?!!! - exclaman al unísono el dúo, incrédulos a lo que estaban oyendo.

- Lo he estado pensando. Es muy fácil. Lo soltamos en el Ventorro de la puñalá y cuando se de media vuelta... ¡Bang! ¡Bang! Asunto concluido. No hay curiosos ni preguntas. Cobramos la pasta y ahuecamos el ala.

- No jodas, Antonio. Ese no es el plan y no verías ni un puto duro, lo sabes mejor que yo. Lo único que conseguirás es echarnos la pasma encima y éstos no descansarán hasta dar con nosotros. Ya sabes como se las gastan- habla con semblante serio Juan Pozuelo - Lo más prudente es seguir con lo establecido y eso pasa por seguir a pies juntillas las instrucciones que nos ha dado el jefe, ¿entiendes? Solo hacer lo que él nos mande, sin más.

¡Toc! ¡Toc! ¡Tocotoc! ¡Toc! ¡Tocotoc!

- Abre, Píter, ¡Debe ser él! - manda Antonio

Romero obedece sin pestañear, abre la puerta y franquea el paso al cabecilla de la operación.

Después de unos sencillos trucos de maquillaje y peluquería, Santos Cabezas es, a ojos vista, la mismísima imagen del entrenador del Real Madrid, 1,80 cm. de altura, 75 kg. de peso, alrededor de 50 años, pelo cano, ojos verdes, sonrisa socarrona y pose chulesca. Santos, mediocre actor de reparto, quiere dejar a un lado la pobreza en la que está inmerso desde hace demasiado tiempo, casi desde que tiene uso de razón. Con la ayuda de estos tres parias, ha secuestrado al verdadero Jose Mourinho por orden de un desconocido que le prometió dinero suficiente para no tener que volver a trabajar en la vida. Y para muestra, el mejor botón en forma de cien mil euros de anticipo.

- Tan solo es un cinco por ciento del total - le espetó aquella sombra en el aparcamiento donde se habían citado. Solo fue capaz de detectar en él un profundo acento catalán. El resto llegaría una vez acabado el trabajo.

- ¿Cómo está el pájaro?- pregunta escueto al más espabilado de los tres.

- Ahí dentro lo tenemos. No ha querido comer nada e insiste en que lo soltemos, amenazándonos con no se cuantas plagas bíblicas, que no sabemos con quién nos la estamos jugando y que nos dará mucho dinero si lo ponemos inmediatamente en libertad. Le he dado una buena patada en el culo para que callara - contesta eufórico Tiburón.

- ¡Bien! Vamos a pasar a la acción. Aprovechando la excusa de la sanción que me van a meter por las declaraciones de hoy, no volveré a entrenar con el equipo hasta la próxima semana. Tiempo suficiente para desplazarnos hasta Barcelona para jugar el partido de vuelta y culminar allí la operación. Sin duda será todo un éxito.

- ¿No tienes miedo que descubran tu verdadera identidad? - pregunta orgulloso Juan

- No, desconozco lo que es el miedo. Pero tampoco minusvaloro el poder de observación del resto del mundo. Alguien de su entorno más próximo, la mujer, los hijos, quizá su querida podrían darse cuenta del cambiazo y el cariz que tomarían las cosas sería catastrófico. Tenemos que ser muy cautelosos y darnos mucha prisa.

- ¡A la orden, jefe! - grita con marcialidad el bruto de Píter.

- En marcha pues- suelta Santos con voz firme. No hay tiempo que perder...

(Este cuento ha sido enviado a la revista "La Murada" para su posible publicación en la edición del 2011)

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