26 de febrero de 2008

El debate electoral


Tiene narices que el primer debate electoral televisado en muchos años entre los dos posibles presidentes del futuro gobierno español solo provoque en mi…una inmensa somnolencia.
Me hubiera gustado haber estado muy atento a los argumentos de uno y a su cumplida réplica por parte del otro. Hubiera sido fantástico que, después de finalizar el debate, un servidor tuviera más o menos confirmada la decisión del voto, cualquiera que fuera el color de éste. Habría tomado mi café nocturno (posible causante de mi insomnio) con la conciencia tranquila de ser un respetable ciudadano con criterio de estado, pensando sobre todas las cosas, en el bien común. Me habría ido a la cama con el placer del trabajo bien hecho y mañana, mañana seguro que será otro día.
¡¡¡ Me he quedado frito!!! Yo, que no duermo más de cuatro o cinco horas diarias, que no me meto en la cama antes de las dos de la madrugada, que escucho todos los programas radiofónicos del día en la noche.
No quiero culpar a estos dos candidatos (que no los únicos, no lo olvidemos) de este terrible desliz, pero confieso que no deseo ser extrapolado en ninguna encuesta pre-electoral de empresa de investigación sociológica alguna, quiero que me excluyan de sus propuestas electorales para estos comicios (y para los cincuenta próximos) y espero que dediquen a los electores de este país todo el tiempo que emplean en “inventar” espectaculares triquiñuelas para cobrar infinitos e imaginativos impuestos, multas, sanciones, cánones…
Solo así tendrán alguna posibilidad de no dejarme sedado delante del televisor en los futuros debates electorales y volver a redimirme como votante y como insomne.

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